El autocuidado es una herramienta de afrontamiento frente al desgaste laboral. Diversas investigaciones advierten que este desgaste afecta a personas que trabajan vinculadas al sufrimiento y traumas del ser humano. En nuestra práctica laboral somos nosotros mismos nuestra propia herramienta de trabajo. Por ende, en este sentido, se vuelve central que el psicoterapeuta adquiera la habilidad de reconocer la presencia del desgaste emocional y adquiera las competencias para promover su propio bienestar emocional y calidad de vida, dado que la práctica psicológica está asociada al síndrome del quemado (burnout), al estrés traumático secundario, al abuso de sustancias, a problemas en las relaciones interpersonales y la presencia de sintomatología ansioso-depresiva.

Comenzaremos describiendo el síndrome del burnout, al cual no solo están expuestos los profesionales de salud, sino todo trabajador que se involucre en situaciones emocionalmente demandantes. El Síndrome de Burnout se define como una respuesta de cansancio emocional y físico, despersonalización y actitud fría hacia las personas con las que se trabaja e insatisfacción en su realización personal y laboral, con la sensación de ausencia de apoyo y sobreimplicación del profesional con su tarea. Según Arón, A.M. y Llanos, M.T (2004) podemos identificarlo si observamos: “cansancio que va más allá de lo esperado de acuerdo a las exigencias de desempeño físico de las labores realizadas, fatiga, lentitud, una serie de síntomas físicos que van desde dolores de cabeza, de cuello de espalda, problemas del aparato locomotor, del aparato digestivo, irritabilidad, alteraciones del sueño y del apetito, problemas de la piel y mayor vulnerabilidad a todo tipo de enfermedades. También se pueden observar las siguientes conductas tales como: llegadas tarde al trabajo, ausentismo laboral, pérdida del entusiasmo, facilidad para frustrarse, aburrimiento, rigidización y dificultad para tomar decisiones”. En cuanto a las relaciones interpersonales puede haber aislamiento de colegas y un aumento de la irritabilidad con compañeros de trabajo. Como consecuencia, puede aparecer la dependencia ciertas drogas (alcohol o fármacos), como una manera de lidiar con el malestar emocional.

Por otro lado, tenemos el estrés traumático secundario, el cual es considerado un tipo de desgaste laboral que afecta a profesionales que están expuestos directamente al trauma y experiencias de victimización. El trauma secundario es resultado de la exposición constante al discurso de eventos traumáticos que viven los pacientes (catástrofes, abusos sexuales, violencia, trata de personas, etc). Los síntomas que presenta el profesional son similares a los que vivencia el paciente que ha sido víctima del suceso, como por ejemplo miedo, angustia, desesperanza, impotencia, y síntomas de estrés postraumático.

La diferencia entre el burnout y el estrés traumático secundario es que el primero se da debido a situaciones laborales emocionalmente demandantes, mientras que el segundo debido a la sobre-identificación del profesional con el paciente.

A estos síntomas y síndromes los acompaña la ansiedad y la depresión. Aparece la desmotivación, irritabilidad, decaimiento psicológico, sensación de vacío, deterioro del autoconcepto, visión negativa de la vida y de los demás, y fantasías de abandono o cambio del trabajo.

De lo anterior se desprende que, es muy importante que los profesionales de la salud estén atentos a la presencia de estos síntomas, y evalúen si están relacionados con su práctica laboral. Una herramienta de prevención es el autocuidado, el cual se define como un conjunto de estrategias de afrontamiento que se pueden implementar para poder obtener un bienestar integral, físico, emocional y psicológico. Es decir, es un conjunto de actividades que iniciamos y desarrollamos en pos de lograr un beneficio para nuestra salud. El contexto actual de la pandemia representa un desafío, dado que muchas de las actividades que realizábamos con frecuencia se vieron limitadas o interrumpidas. Nuestra cotidianidad cambió, y es importante que además de propiciar el cuidado de nuestros pacientes podamos cuidarnos nosotros mismos. Dentro de las actividades que mostraron estar asociadas al autocuidado profesional se destacan:

  • Realizar actividades variadas diferentes a la atención directa de casos
  • Supervisar los casos clínicos
  • Utilizar el sentido del humor en el ambiente laboral
  • Dialogar con los colegas sobre las experiencias personales en el trabajo
  • Participar de actividades recreativas
  • Hacer deporte y actividad física
  • Asistir como paciente a psicoterapia
  • Mantener una sana alimentación
  • Perfeccionarse como psicoterapeuta
  • Asegurar las condiciones apropiadas del espacio físico de trabajo
  • Tener pausas entre paciente y paciente
  • Dividir el horario de atención según la cantidad de horas que notemos que podemos mantener la atención (3 o 4hs seguidas de un descanso de al menos dos horas por ejemplo).
  • Adquirir experiencia laboral en la práctica y formarse constantemente

Además de las anteriores condiciones, podés pensar si solés tener tiempo libre y de ocio para disfrutar de hobbies, familia y amigos (con los cuidados necesarios), o si por el contrario te sentís absorbido/a por el trabajo. Evaluá si hay alguna actividad que te brinde bienestar y tratá de organizarte para poder llevarla a cabo. Muchas veces pueden ser cosas cotidianas las que nos recarguen (salir a caminar, volver a hacer ejercicio, salir con algún amigo/a, cocinar algo rico, regalarnos un masaje o baño relajante, retomar ese libro que dejamos de leer, y más). Son pequeñas actividades pero suman. También sirve compartir con otros si estás pasando por alguna de estas situaciones, pedir ayuda es clave. Supervisar, evaluar si es necesario realizar alguna derivación con otro profesional y, en ocasiones, reducir la carga horaria de trabajo.

¡Hoy puede ser un buen día para iniciar!